Nuestro planeta se
enfrenta a una acelerada desaparición de sus ecosistemas y a la irreversible
pérdida de su valiosa biodiversidad. Por diversidad entendemos la amplia
variedad de seres vivos -plantas, animales y microorganismos- que viven sobre
la Tierra y los ecosistemas en los que habitan. El ser humano, al igual que el
resto de los seres vivos, forma parte de este sistema y también depende de él.
Además, la diversidad biológica incluye las diferencias genéticas dentro de
cada especie y la variedad de ecosistemas.
La forma más visible de este daño ecológico es la extinción de animales tales como los pandas, los tigres, los elefantes y las ballenas, debida a la destrucción de sus hábitat y a la cacería o captura excesiva. Sin embargo, otras especies menos llamativas pero igual de importantes también se encuentran en peligro. Como ejemplo, podemos mencionar a la amplia gama de insectos que ayudan a la polinización de las plantas.
Si bien la pérdida de especies llama nuestra atención, la amenaza más grave a la diversidad biológica es la fragmentación, degradación y la pérdida directa de los bosques, humedales, arrecifes de coral y otros ecosistemas. Todas estas cuestiones son agudizadas por los cambios atmosféricos y climáticos que ocurren de manera global y que afectan directamente a los hábitats y a los seres que las habitan. Todo ello desestabiliza los ecosistemas y debilita su capacidad para hacer frente a los mismos desastres naturales.
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